12.12.05

Nanas de la cebolla

La situación resulta un tanto incómoda: hace calor, no hay casi vino y en el reducido espacio del livingcomedorcocina de nuestro departamentITO se rerpoducen como Gremlins mojados los sombreros de goma espuma, las mujeres y, por lo tanto, las palabras.

¿Sombreros de goma espuma? Sí, sombreros de goma espuma, cotillón para casamiento... ¿Para CASAMIENTO? Sí, ya dije: la situación resulta un tanto incómoda. Y eso que todavía falta un montón, como un mes, días más días menos.

Un mes es enorme, una eternidad; es el tiempo que transcurre entre un sueldo y otro, entre la costeleta con huevos fritos y papas fritas y los fideos con aceite (apenas un poquito de sal, la presión, viste), entre las sonrisas ante la mayor de las catástrofes y la cara de orto ante el menor paso en falso, entre un susto menstrual y otro.

A propósito, algún día deberíamos sentarnos a debatir (de un lado ellas, del otro nosotros) sobre la concepción que cada género tiene acerca tiempo. No hablo de pelar "Heidegger de bolsillo" y ponerse a citar. Me refiero a situaciones sencillas de la vida cotidiana. Por ejemplo, ese gigantesco mes que nos distancia a La Rubia y a mí del SÍ definitivo y el gancho ante el Juez de Paz (denominación por demás de paradógica para alguien que casa a la gente) y que a ella le parece un santiamén ("que no tenemos los anillos", "que el vestido no sé con qué lo vamos a pagar", "que ocupate de tu ropa porque ya se viene encima") Tranqui, tranqui..., ya verás dentro de siete años que este mes fue un siglo.

En medio de tanto bla-bla, entre el quilombo de ir a comprar más vino porque las "chicas" se lo toman todo (¡y soda, pliiiiisss!, y un atado de Milis Phorris, y de paso traete helado), tratar de que no me rajen de la ciudad que he construido en el Simcity 4, hablar con las chicas diciendo "si" y "no" en forma aleatoria (para que no se den cuenta de que estoy en piloto automático), pensando que los muchachos debieran estar aquí para ayudarme con todo esto; digamos, en el fragor de la batalla masculina por conservar un poco del autismo que supimos conseguir, llama El Flaco Viejo, MI viejo.

- Riiiiinnngggg
- Hola, viejo, ¿qué hacés?
- Wwewewewewewew
- ¡Ah! ¡Mirá vos qué bien! Me alegro mucho, che. ¿Cómo andan todos?
- Wewewewewewew
- ¡Qué bien! Mandales saludos, ¿sí? No te olvides.
- Wewewe
- Sí.
- Wewew
- Sí, está bien, también te manda saludos, y pregunta que cuándo vas a venir
- Wew
- Bueno..., entonces nos vemos en el casamiento
- We
- ¿Las "Nanas de la cebolla"?
- W
- Bueno, mañana las busco y te las mando por mail. Un beso, viejo, chau.
- Wewewewewewewewewe

Me quedo tratando de recordar el poema, hago un ejercicio bárbaro, y si no fuera por el timbre de voz del Nano Serrat sonando en mi capocha, algunas partes no saldrían a la luz. Pienso "¡qué pedazo de poeta ese Miguel!" que me gustaba tanto. Inmediatamente me descubro ya lejos de él y de sus poemas.

Antes me parecía maravilloso. Y aún hoy me parece, pero en un sentido distinto. Antes era un dios con la tez oliva cantando a las milicias republicanas españolas, un luchador preso y tuberculoso y muerto, eterno como el mes que separa a mi soltería del casamiento, cantándome al oído, cantándole al mundo una poesía que entonces era fortísima, cantando con violencia sus elegíacas y paradógicas ansias de vivir, tristemente poderoso.

Hoy, sinceramente, me resultan infantiles algunos de sus giros, sus acentos. No sé, me habré vuelto menos ingenuo, más estúpido, habré cambiado; o habrá cambiado el mundo conmigo dentro. Es una verdadera lástima.

Me pregunto, mientras ojeo sus Obras Completas después de tantos años, qué hubiera sido de mí si no lo hubiera conocido. Qué hubiera sido de todos nosotros si él jamás se hubiera atrevido a arrojar todas esas piedras en la cara del silencio.

Por suerte, me devuelve al mundo la frase final de la charla que gira en el ambiente: "la mejor manera de cortar cebolla y que no te lloren los ojos es usar snorkel".
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